Las elecciones del domingo 28 de junio dejaron algunas conclusiones:
Claramente, el perdedor fue Néstor Kirchner y al parecer, su mujer, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner podría encontrar en esa derrota una alternativa para lograr cierta autonomía política de su marido. Sin dudas, el castigo impuesto por la sociedad fue medido: perdió por unos dos puntos en la adoptada provincia de Buenos Aires y cayó también en su terruño natal.
No hay un ganador único, hay muchos triunfadores territoriales y de diferentes colores políticos. De este modo, la sociedad se reserva para sí el poder político con vistas a las elecciones de 2011. Este protagonismo será el botín por el que se pelearán los políticos en los próximos años.
La Argentina recupera su Congreso, por donde seguramente pasarán las decisiones más estratégicas hasta el fin del mandato de Cristina. Pero esto le confiere a la oposición el desafío de pensar como opción para permitir la gobernabilidad.
El mensaje enviado por la sociedad desde todas las urnas habilitadas en el país, tiene un fuerte tinte político. Castigó el proceder y la metodología que utilizó el gobierno en este tiempo. Ahora bien, ¿esto también implica una señal de cambio en el rumbo ideológico que claramente imprimió el kirchnerismo en el país? Esto es, el voto también fue en contra de la reestatización de Aerolíneas Argentinas, del Área Material Córdoba, de los fondos de pensión (AFJP)? O en realidad, de la manera en que se concibieron?
Sin dudas que en Argentina se desencadenó algo que estaba latente: el kirchnerismo culminó su “ciclo político” antes que su “ciclo institucional” al frente del gobierno nacional. Por este motivo, comienza una etapa política cuyo principal desafío será dar sustento político al ciclo institucional que encabeza Cristina Fernández. Decir que el signo de esta etapa deberá ser la búsqueda de consenso, de concertación, etc. cae de maduro y hasta puede sonar como un lugar común en el discurso políticamente correcto.
Lo cierto es que de fondo está en juego también una discusión ideológica que se puso de manifiesto sobre el final de la campaña cuando el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, planteó la reprivatización de Aerolíneas y que llevó a su socio político bonaerense, Francisco De Narváez, a tomar distancia. De hecho, a Macri le creció en el horizonte opositor de la ciudad de Buenos Aires alguien que tiene un discurso duro desde lo ideológico y que representa exactamente lo contrario a su pensamiento: Pino Solanas.
En este punto estarán los verdaderos aspectos sobre los que habrá que ponerse de acuerdo, cuestión que en realidad define el país que se quiere. Quizá en esta nueva Argentina no alcance sólo con ser políticamente correcto, sino que el pensamiento también empiece a ser una variable que la sociedad tome en cuenta para tomar decisiones.
Hasta ahora, perdió un incorrectamente político, Kirchner, hay que ver si eso se corresponde también con un giro ideológico en el país.
Luis Dall aglio Director de Consultora Delfos - Cordoba
30 de junio de 2009
Un perdedor, ningún ganador
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